sábado, 5 de mayo de 2012

RIPLEY A 30 GRADOS

Comenzaba el día más caluroso del verano 2012. Me desperté muy temprano por el calor y corrí hacia la refri casi sudando, ya que acostumbro a tomar leche muy helada en el desayuno. Pero vaya sorpresa ¡la refri estaba descongelada! Intenté por todos los medios que se encienda: la enchufé y desenchufé, la zamaquee un buen rato, hasta le di algunos buenos golpes en puntos estratégicos… pero nada. ¿Y si le hablaba? con unas caricias adicionales quien sabe se hacía el milagro, ¿no?

Pero todo fue en vano y no me quedó sino resignarme: la refri que me había acompañado cerca de 20 años había llegado a su fin. La miré con nostalgia, mientras todos los integrantes de la familia fueron reuniéndose alrededor del aparato. Estábamos realmente tristes; no sé si por los alimentos que se echarían a perder (justo en el peor momento del verano) o por el presagio de lo que sucedería más adelante. Al día siguiente fui a diversas tiendas de línea blanca, a mirar marcas y precios. Entre esas tiendas estaba Ripley, tienda a la que no soy muy asidua, donde encontré una oferta insuperable: un buena marca y modelo mucho más barato (S/. 300 menos) que en otras tiendas, además con el 5% de descuento por ser mi primera compra en esta tienda. Tanta oferta parecía un sueño y efectivamente lo era, pero tornándose en una pesadilla.

Hice la compra el 22 de febrero y estaba feliz y aliviada, porque con el calor infernal no podía estar un día más sin una refrigeradora. A la mañana siguiente llegaron los Sres. repartidores, igualitos a Eduardo Guzmán y Gustavo Gorriti, a mi casa con la nueva refri, como habían prometido, pero ¡Oh sorpresa! Era notoriamente otro modelo: más chiquita, sin el dispensador de agua en la puerta, angosta y plana, sin gracia ni elegancia. Vi que apenas cabía un cuy en el congelador y ni eso, seguro apenas un ratón. Por supuesto que no la recibí, estaba apenada y contrariada. La alegría se nos esfumó a todos pero mi hijo muy educado, aplacando las confusiones y siempre amable con los desconocidos no solo les hizo una entrevista sobre los modelos de refris sino para demorarlos y que le sigan platicando les preparó unos sánguches a los repartidores. Eduardo Guzmán y Gustavo Gorriti sSe despidieron llevándose la refri a cuestas.

Al día siguiente tuve que ir a la tienda para el reclamo respectivo. Ya en la tienda el Sr. Jaime de Althaus, del piso de línea blanca, conocedor sobre los errores cometidos por la empresa Ripley me atendió muy amablemente. Disculpándose por el error, hizo los papeles, ingresó nuevamente los datos a la PC y dijo: ¡pero que tal confusión si esto está más claro y cristalino que el agua de Conga! Subsanó el problema y la confusión de la vendedora Rosa María Palacios, quien muy sonriente y amable finalmente me dijo: Gracias Sra. por su compra. A lo cual respondí: ¿entonces todo está bien? Por supuesto, claro y transparente, reafirmó Rosa María. Bueno, pensé, a esperar un día mas por la refri correcta, total ya todo esta claro y arreglado.

Finalmente trajeron la refri “de lujo”, pero al conectarla (después de ocho horas según la recomendación) comenzó a hacer ruidos raros, como de un reloj antiguo. Llamé a la sección de reclamos por más de tres horas, pero solo respondía una grabación diciendo: “espere un momento que la operadora le atenderá o si sabe el anexo márquelo ahora mismo”. Probé de las dos formas pero nunca respondieron, parecía los despachos de los congresistas una vez elegidos; hasta pensé por un momento que me había equivocado de tienda. Pero no. Luego busqué el folleto de la garantía y marqué el número que indicaban para las reparaciones.

Después de una hora de llamadas y al fin me respondió una persona “real”. “Soy el Sr. Aldo Mariátegui, para servirle”. Muy serio por el teléfono me preguntó “¿Es Ud. caviar?... Perdón, quise decir, ¿cual es su nombre?”. Le comenté que estaba asustada porque la refri cada cierto tiempo hacía esos ruidos raros. Me dio varias recomendaciones, pero ninguna funcionó. Finalmente me dijo que enviaría a un técnico (para devolver un producto se tiene que esperar siete días). Después de dos días llegó a mi casa, el técnico Nicolás Lúcar. Le tomo fotos a la refri, mismo paparazzi, y me dijo que la falla era de fábrica; que me enviarían a mi correo un “reporte espectacular” y que luego con eso tenía que ir a la tienda Ripley. Al despedirse me dijo “¡No se lo pierda! Sra., mañana revise su correo”, pero nunca me enviaron ese correo.



Así que tuve que ir nuevamente a la tienda, a la sección reclamos (tercer piso) ya que por vía telefónica es una línea muerta. Me atendió Mónica Delta, informándome que ellos tenían que esperar el reporte de los técnicos para luego proceder al cambio o devolución del dinero. Cuando se puso a marcar el teléfono de su oficina (fue en ese instante que entendí porqué nunca respondía la sección post venta y reclamos) "Aló! mamá ya tomó su leche Jaime Chincha? Cómo? la profesora ha pedido que los niños lleven algo de comer para un compartir por la bienvenida? ¿pero no sabes bien qué ha pedido? Bueno, mami, espera en 5 minutos te llamo, marcó un nuevo número y llamó a la profesora de su hijo, para consultarte sobre la fiesta de bienvenida y nuevamente, llamó a su mami, después de eso se puso a hacer una serie de llamadas particulares.

Observé todo eso con paciencia, para ver hasta donde era el descaro de la Sra. Mónica. A pesar de mis reclamos por lo lento de la atención, pasó toda una semana, mientras en casa teníamos una refrigeradora que no congelaba nada. Mi hija compró hielo porque a las justas el frízer servía para mantener un poco de frío en el interior, porque el resto del aparato estaba inservible y más bien calentaba los productos. Seguían pasando los días. Vimos como el arroz graneado se puso todo verde en la refri, hasta el punto que la prima Valia Barack pensó que era puré de espinacas. Imagino que una vez que pase el verano, y después de un millón de llamadas y trámites, llegará finalmente la refri a mi casa.

Pero la gran duda que me queda es si todos en Ripley están confabulados para tontearnos: los vendedores, las recepcionistas, los jefes de piso, las directivos, etc. Todos siempre nos dan respuestas efectistas y con aparente credibilidad, al punto que uno sale de la tienda pensando “bueno, ya me solucionaron el problema”. Pero nada, simplemente nos pasean, nos adormecen: Finalmente, ellos ya tienen nuestro dinero, mientras que nosotros solo problemas. Ya estaba al borde de un ataque de… cuando decidí ir a la oficina del mismo jefe de la sección reclamos. No fue nada fácil porque me negaron en esa misma sección que ellos tuvieran un jefe inmediato y me pidieron que todo lo solucione con ellos… El sr. César Hildebrant, me escuchó con mucha atención toda la odisea que había pasado e inmediatamente se comunicó con todos los involucrados en la venta de la refri y comenzó a poner orden. Me aseguró que al día siguiente la refri estaría a las 9:00 a.m.

Ya estábamos a puertas del invierno cuando finalmente llegó nuestra tan esperada refri plateada. Ya ni siquiera nos alegramos tanto de tenerla en casa: Más bien fue un recibimiento bastante frío.

1 comentario:

Anónimo dijo...

asuuuuuuuuu tia nunca comprare en ripley