martes, 10 de agosto de 2010

FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO Y LA VIOLENCIA POLITICA DESDE LA POESIA


Todos recordamos la violencia política en el Perú, que se gestó desde fines de los años 60 (el partido Sendero Luminoso se fundó entonces), pero que llegó a niveles aterradores y se hizo casi invencible a partir de los años 80, durante el gobierno de Alan García. Fue un gobierno polémico y cuestionable. ¿Quien no recuerda las colas interminables para comprar una bolsita de leche en polvo, azúcar o aceite? Durante ese periodo sucedieron cosas tan terribles como las matanzas de los penales San Juan de Lurigancho y El Frontón (18 y 19 de junio de 1986) con un saldo de 300 víctimas. Y también la matanza de más de 30 campesinos en el poblado de Cayara.

Pasaron los años y, por esas cosa que sólo pasan en nuestro país, volvió Alan García y fue elegido presidente por segunda vez. Se votó por el “mal menor”, ya que se temía al gobierno de Humala. Tal vez ya sea tiempo de votar a conciencia, sin importar los porcentajes ni mirar las encuestas; con criterio, simplemente observando lo que está ocurriendo en las calles, con los sueldos y los precios de las cosas.
Regresando al tema el senderismo en los años 80 se extendió por la sierra, selva y parte de la costa, germinando por todo nuestro territorio. En Lima, las universidades y otras instituciones educativas eran semilleros abiertos de las ideologías senderista y emerretista.

Algunos historiadores piensan que la violencia política ha estado siempre presente en el Perú, como un estigma repudiable que atraviesa diversas etapas de nuestra historia: desde la Independencia, pasando por todos los gobiernos dictatoriales, hasta la actualidad. Toda esa violencia sólo ha ocasionado el atraso democrático, social, económico del pueblo. Y el enriquecimiento de algunos: gobernantes corruptos, traficantes de armas y drogas.

Con el poeta Domingo de Ramos, antes de la Mesa redonda.
En los años 80 y 90, los nefastos grupos subversivos se asentaron en la sierra de nuestro país. Por otro lado, el ejército estaba mal preparado para enfrentar una guerra interna: no tenía una estrategia de combate y cometieron todo tipo de excesos. Así, contribuyeron a crear el caos entre los pobladores del interior del país, quienes sentían como enemigos ya no sólo a los senderistas sino también al ejército, que supuestamente cuidaba de ellos. Un año clave para el final de esta etapa es 1992: el asesinato de la dirigente popular María Elena Moyano, el atentado de Tarata (Miraflores, Lima), la captura de Abimael Guzmán y el asesinato de los estudiantes de La Cantuta sucedieron ese año.

Al principio no se quiso aceptar, pero estos dos frentes llevaron a nuestro país a una época de terror. Los pobladores crearon las rondas campesinas en defensa de sus familias y tierras. El gobierno, al ver esta iniciativa de la población, les dio armamento, aunque muy antiguo y precario. Todos esos males que carcomían la tierra fueron el inicio de un peregrinaje forzado: los desplazados que dejaban los pueblos desiertos en su huida del terror. Huían de la muerte sin saber que en Lima pasarían a formar parte de los muchos asentamientos humanos que existen, viviendo de forma infrahumana. Mientras tanto, los gobiernos de turno no hicieron nada para mejorar las condiciones de vida de esos desplazados.

La narrativa ha abordado muchas veces todos esos temas. Acaso la obra literaria más conocida al respecto es la novela “La historia de Mayta” de Mario Vargas Llosa. En ella se evoca la época del surgimiento del senderismo. Hay muchas otras novelas donde se describen y narran otros episodios de la violencia política.

En lo que respecta a la poesía, en la reciente Feria Internacional del Libro se realizó la Mesa redonda “Poesía y violencia política. Testimonios”, con la participación de los poetas Domingo de Ramos, Raúl Mendizábal, José Antonio Mazzotti, Luis Fernando Chueca y Paolo de Lima (moderador). Ellos comentaron acerca de la forma en que, en sus propios poemas, asimilaron esa violencia que vivimos todos.

La poesía sobre la violencia es póstuma a la época más sangrienta de la etapa subversiva, hecho que no desmerece para nada a esta literatura. Todos sabíamos que esos grupos se manejaban a la sombra, sin dar la cara, bajo la mascara de la cobardía. De la misma forma, durante la dictadura todos los poderes del estado estaban sometidos, los teléfonos intervenidos y la televisión en manos de Montesinos.Son etapas que no deben repetirse jamás. Los historiadores harán su trabajo, los narradores y novelistas el suyo. Y la poesía cumple siempre el papel de mostrar, en versos, nuestras vivencias y quehaceres cotidianos.


Desde mi blog un llamado a la conciencia;es necesario elegir bien a nuestros candidatos, con responsabilidad y sentido social. No permitamos gobiernos que arremeten contra nuestros pueblos indígenas (Bagua) y contra la voz popular, acusándolos de ser "grupitos laberintosos" (como en el caso de los mineros) y fuera de la ley cuando reclaman sus derechos. Así no daremos lugar a estos hechos vergonzosos.

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