Para ir conociéndolos, a continuación presentaré a cada uno de ellos a través de su obra.
Además: Homenaje al poeta sueco Tomas Tranströmer, premio Nobel de Literatura 2011; y "El Mejor Regalo de Navidad", obra de un acto a cargo de José Cruzado
Quedan invitados a participar de este evento cultural el jueves 15 de diciembre de 2011, hora 7:30 pm. en el Centro Cultural de Jesús María Av. Horacio Urteaga No.535 (al costado de la Concha Acústica)HÉCTOR ÑAUPARI
Héctor Ñaupari nació en 1972 y es un reconocido abogado, poeta y ensayista. Es autor de los poemarios “En los sótanos del crepúsculo” y “Rosa de los vientos”, libro que se presentó en Lima y en Guatemala. Además ha figurado en innumerables antologías de autores de la generación del 90. Ñaupari es también uno de los mayores ideólogos del liberalismo en Latinoamérica. Es Vicepresidente de la Red Liberal de América Latina, con sede en México, Presidente del Instituto de Estudios de la Acción Humana, e integra el Consejo Consultivo de la Coordinadora por la Inversión y el Trabajo, todas ellas importantes iniciativas a favor de la libertad en el continente.
Ana Karenina
Sus paredes se desvanecen como el aire y son presas del moho de tu ausencia.
En esta casa ya sin risas
No he muerto aún pues donde estaba este cobarde corazón hay un inmenso
hueco donde ninguna luz puede entrar.
Cuando éramos los potros salvajes de la noche
y me sacudo como un junco al viento
Por fin las lágrimas que derramé tienen sentido.
Ahora sé que perdonarás mi cobardía y me tomarás del brazo y nos perderemos
en esta tarde en la que el sol está por morir.
Y mi mirada está ciega ya, observando el punto más distante.
Este final es nuestro principio. Yo soy el Conde Vronsky y por fin, nuestro tren
ha llegado, Karenina.
Circe
En este delirio mis pensamientos son sofocados por la tibia temperatura de
nuestra última noche, allende el norte, en tu palacio espléndido. Por la ambrosía
de feble sabor que se desliza como la seda en nuestros labios. Por la carne dulce
que disfrutamos juntos. Por, evocadora Afrodita, la perfumada calidez de tu
cuerpo: alhelíes, magnolias, dalias, amapolas, flores salvajes que me sedujeron
con sus pétalos rotundos y perfectos.
Tantas vidas vividas. Tantas idas y vueltas.
Oh cómo volver a ellas.
Tantas vidas vividas. Tantas idas y vueltas.
Tanto irnos para no volver.
Hoy tengo el corazón deshabitado, Karenina.
Sus paredes se desvanecen como el aire y son presas del moho de tu ausencia.
En esta casa ya sin risas
no se oyen más tus gemidos culpables
no estoy más vestido con tu cuerpo
pero me encuentro sepultado en tus recuerdos
engullido sin pausas en tu salto definitivo
hacia el tren de nuestra angustia.
Te veo, como si renacieras cada tarde, llegar con la primavera, Karenina.
Envuelto en el mohín discreto de tu boca que nunca supe descifrar.
Donde estaba el vino que me ofrecías con la locura tenue de tus labios
hoy se enseñorean la sangre y la ceniza de esta guerra trémula en la que estoy
atrincherado y fracaso en morir cuando ya estoy muerto.
atrincherado y fracaso en morir cuando ya estoy muerto.
En este cielo oscurecido que son mis días y noches, cierro mis ojos mustios y
entonces tu fantasma me apuñala el pecho, Karenina.
entonces tu fantasma me apuñala el pecho, Karenina.
No he muerto aún pues donde estaba este cobarde corazón hay un inmenso
hueco donde ninguna luz puede entrar.
Todos los pétalos han sido arrancados de este duro cáliz que no se aparta de mí y
se hunde como la daga mortal que yo mismo usé para atravesar tu alma.
Por eso, me digo, ésta es la copa vacía en la que nadie desea beber.
se hunde como la daga mortal que yo mismo usé para atravesar tu alma.
Por eso, me digo, ésta es la copa vacía en la que nadie desea beber.
Y en medio de los gritos de agonía de los soldados y oficiales y el balbuceo mortal
de la metralla, pienso en ti, Karenina.
de la metralla, pienso en ti, Karenina.
Cuando éramos los potros salvajes de la noche
o los tigres de bengala devorando la luna nupcial.
Ah tu cabello descendiendo como arroyos en mi boca
Ah tus pechos como flores de mayo deshaciéndose en mi lengua
Ah tus manos invadiéndome como la hierba que crece en los parques y las calles
rotas de San Petersburgo
rotas de San Petersburgo
Ah tus muslos y pantorrillas entrelazadas en mí como las enredaderas.
Ahora todo es lodo, el aire mismo ha muerto.
Y mi alma con él, que porfía en seguirte recordando.
Entonces, la bala que esperaba desde hace tanto llega y estalla
y me sacudo como un junco al viento
como cuando llegaba a la frontera de tu sexo y todas las cosas eran nuevas.
Por fin las lágrimas que derramé tienen sentido.
Esta sonrisa que se acerca a mi rostro como una bestia sigilosa sabe que esta vez
nos reuniremos, Karenina.
nos reuniremos, Karenina.
Ahora sé que perdonarás mi cobardía y me tomarás del brazo y nos perderemos
en esta tarde en la que el sol está por morir.
Y mi mirada está ciega ya, observando el punto más distante.
Este final es nuestro principio. Yo soy el Conde Vronsky y por fin, nuestro tren
ha llegado, Karenina.
Malévola tu ausencia.
Vals Hermelinda, letra de Alberto Condemarín.
Vals Hermelinda, letra de Alberto Condemarín.
El vino que embriaga, la leche que nutre, la miel que empalaga, el agua que calma
la sed, todos esos sabores aparecen, fantasmales, en tu boca, amada mía.
la sed, todos esos sabores aparecen, fantasmales, en tu boca, amada mía.
La lluvia que crepita, la garúa que invade, la ola que restaña insensata contra
la orilla, la niebla que arroba, el fuego que murmura, la arena que sisea serpiente al
acercarse al mar, todo, todo me recuerda a ti.
la orilla, la niebla que arroba, el fuego que murmura, la arena que sisea serpiente al
acercarse al mar, todo, todo me recuerda a ti.
En este delirio mis pensamientos son sofocados por la tibia temperatura de
nuestra última noche, allende el norte, en tu palacio espléndido. Por la ambrosía
de feble sabor que se desliza como la seda en nuestros labios. Por la carne dulce
que disfrutamos juntos. Por, evocadora Afrodita, la perfumada calidez de tu
cuerpo: alhelíes, magnolias, dalias, amapolas, flores salvajes que me sedujeron
con sus pétalos rotundos y perfectos.
Tantas vidas vividas. Tantas idas y vueltas.
Oh cómo volver a ellas.
Cada segundo transcurrido en este sueño se hace inolvidable. Cuánto más quiero
abandonarlo se arraiga más profundamente, como las raíces de las siemprevivas.
Su vista perpetua me sumerge, como en el mar donde naufragué y encallé tantas
veces, en la nostalgia inenarrable de jamás volverlos a vivir.
abandonarlo se arraiga más profundamente, como las raíces de las siemprevivas.
Su vista perpetua me sumerge, como en el mar donde naufragué y encallé tantas
veces, en la nostalgia inenarrable de jamás volverlos a vivir.
En él he de saberme Botticelli haciéndote nacer del mar. Vuélvome Goya otra vez,
pidiéndote un desnudo frontal y escandaloso, como ese amor que sólo tengo yo
por ti, y es mil veces no correspondido. O empiezo a pensarme el Divino Marqués,
apresado en la niebla de tu vientre, creyendo corromperte en ejercicios nada
virtuosos, oh Justine mía, abandonado en la oscura celda de mi imaginación.
pidiéndote un desnudo frontal y escandaloso, como ese amor que sólo tengo yo
por ti, y es mil veces no correspondido. O empiezo a pensarme el Divino Marqués,
apresado en la niebla de tu vientre, creyendo corromperte en ejercicios nada
virtuosos, oh Justine mía, abandonado en la oscura celda de mi imaginación.
Entretanto, en Ítaca, donde he vuelto a mi vida marital y cotidiana, no se ve tu
corazón desprovisto de sueños en común. No puedo ver, bien mío, tu alma sin
cadenas ni anillos ni velos de novia estrenada. No puedo tocar, sibila de mis
noches más febriles, tus pechos enhiestos como los crepúsculos de Martín Adán,
tu cintura y caderas como los cuartos menguantes y las lunas crecientes unidas de
ese modo secreto que sólo tú y yo conocemos, ni acariciar tus pies bellos, suaves
y pequeños, que cuidaba con ungüentos y perfumes, que me enamoraron de ti irremediablemente. En esta habitación desnuda que es la lucidez, me tortura,
como a Prometeo el ave que lo devora cada día, saber que nadie puede ser ni
será nunca tu dueño. Saber que sólo te perteneces a ti.
corazón desprovisto de sueños en común. No puedo ver, bien mío, tu alma sin
cadenas ni anillos ni velos de novia estrenada. No puedo tocar, sibila de mis
noches más febriles, tus pechos enhiestos como los crepúsculos de Martín Adán,
tu cintura y caderas como los cuartos menguantes y las lunas crecientes unidas de
ese modo secreto que sólo tú y yo conocemos, ni acariciar tus pies bellos, suaves
y pequeños, que cuidaba con ungüentos y perfumes, que me enamoraron de ti irremediablemente. En esta habitación desnuda que es la lucidez, me tortura,
como a Prometeo el ave que lo devora cada día, saber que nadie puede ser ni
será nunca tu dueño. Saber que sólo te perteneces a ti.
Tantas vidas vividas. Tantas idas y vueltas.
Tanto irnos para no volver.
Y lo terrible de esta tragedia de soñarte cada noche y amanecer sin tenerte es que
no quiero ser tu dueño, oh Circe de mis desvelos, sino ser de ti como la miel es del
vino, como la leche es del niño recién nacido, o el agua pura pertenece al hombre
perdido: esa mezcla perfecta de amigos, amantes, compañeros, enamorados,
confidentes, ese modo de pertenecernos sin dominarnos, ser dos seres libres que
se comparten en su reflejo y parecido.
no quiero ser tu dueño, oh Circe de mis desvelos, sino ser de ti como la miel es del
vino, como la leche es del niño recién nacido, o el agua pura pertenece al hombre
perdido: esa mezcla perfecta de amigos, amantes, compañeros, enamorados,
confidentes, ese modo de pertenecernos sin dominarnos, ser dos seres libres que
se comparten en su reflejo y parecido.
Ahora, mientras veo a Penélope dormir, pienso, quién pudiera componer este
poema, que eres tú, como el iris que alumbra tus párpados, como tus índices que
me cortan la piel en imperfectas tiras, como tus cabellos castaños e intensos,
iguales al café que humea en las frías mañanas en que te necesito tanto.
poema, que eres tú, como el iris que alumbra tus párpados, como tus índices que
me cortan la piel en imperfectas tiras, como tus cabellos castaños e intensos,
iguales al café que humea en las frías mañanas en que te necesito tanto.
Cómo quisiera, ahora que amanece, aparecer como un espectro enamorado en
esa soledad tuya, como la casa a la que llegas siempre tarde, semejante a un
silencio frío como una espada que, recién forjada, atraviesa el hielo para
templarse. Y en esa soledad tuya sueño que estoy preso en ti, que vivo en la
cárcel abierta de tus brazos, que no quiero salir más de aquí.
esa soledad tuya, como la casa a la que llegas siempre tarde, semejante a un
silencio frío como una espada que, recién forjada, atraviesa el hielo para
templarse. Y en esa soledad tuya sueño que estoy preso en ti, que vivo en la
cárcel abierta de tus brazos, que no quiero salir más de aquí.
Tantas vidas vividas. Tantas idas y vueltas. Cuánto perdimos en esos años sin vernos.
Sueño que vivo feliz, hechicera, transformado por el encantamiento dispuesto en
tu boca roja como una granada, que me ofreces y devoro sin pausa, en el lobo que
fiero y hambriento corre desesperado tras de ti, o en el oso que atraviesa bosques
y estepas para encontrarte sin poder hallarte. Sueño que alguna vez fui Odiseo, y
no la sumergida sombra que ahora soy. Y entonces, todo despierta.
tu boca roja como una granada, que me ofreces y devoro sin pausa, en el lobo que
fiero y hambriento corre desesperado tras de ti, o en el oso que atraviesa bosques
y estepas para encontrarte sin poder hallarte. Sueño que alguna vez fui Odiseo, y
no la sumergida sombra que ahora soy. Y entonces, todo despierta.
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